El estudio fue realizado en 2021 y se centra en las violencias ejercidas en el marco de las relaciones sexo-afectivas en la adolescencia (en parejas heterosexuales), periodo fundamental en la conformación de la identidad y la personalidad. Periodo en el que los referentes son sus iguales, aparece un cuestionamiento de la autoridad y se sufre gran influencia de medios y redes sociales. Y periodo con consecuencias en la conformación de modelos y patrones en la vida adulta.
Save the Children muestra la gran ausencia de perspectiva de infancia en el análisis habitual de la violencia de género. Así, los estudios, acciones preventivas y medidas puestas en marcha tras la Ley Orgánica de Violencia de Género van enfocadas a las mujeres adultas.
El informe explica qué es la violencia de género. Las relaciones afectivas comienzan cada vez más precozmente sin convivencia y sin un proyecto en común, con un desarrollo online, de corta duración pero gran intensidad, que nos enfrentan a múltiples y variadas situaciones de dominio, control y maltrato psicológico y físico del varón sobre la mujer –alimentadas por los estereotipos e ideas sexistas que circulan por las redes–, que constituyen la esencia de la Violencia de Género, pero que difícilmente pueden incluirse en el concepto de relación afectiva que exige nuestro Código Penal.
Además, las adolescentes expresan un mayor acoso sexual a través de las tecnologías, generándose nuevas formas de violencia que van más allá del ciberacoso o cibercontrol, como la «cibermisoginia»(«las mujeres solo sirven para...» ) o «ciberviolencia simbólica», que convierte a la mujer en cosa u objeto.
Pasa posteriormente a analizar las causas de esa violencia basadas en la pervivencia de estereotipos anticuados a pesar de que en las últimas décadas, el rol de la mujer ha ido cambiando.
Según estos estereotipos, ellas se socializan colocando el amor en el centro de sus vidas, asumiendo ser más dóciles y dulces, enfocadas a los cuidados. De ellos se espera que sean más protectores, confundiendo actitudes de control con actitudes de protección. Esto genera conductas que no son identificadas como violencia ni por los chicos ni por las chicas.
Por otro lado, los modelos de atracción hacen deseables todavía a príncipes fuertes y ganadores, con éxito social y capacidad de imposición que pueda salvar a su princesa. Lejos de buscar un chico con el que compartir valores o proyectos de vida (algo que posponen a relaciones posteriores). El chico que muestra actitudes de respeto y más igualitarias no «gana esta batalla».
Esta situación genera modelos que reproducen entre jóvenes y adolescentes la doble moral del modelo tradicional: amor sin pasión (relaciones igualitarias, amistad, buen rollo, pero sin excitación) o pasión sin amor. Por un lado, están las personas que excitan y pueden causar cierto sufrimiento, y por otro las amigas y amigos, los que tratan bien. Y este modelo ampara la violencia de género.
Así mismo los chicos deben sacrificar su mundo emocional y ocultar su vulnerabilidad lo cual se traduce en una cultura del silencio y de falta de comunicación que limita las estrategias de resolución de conflictos o la gestión de emociones negativas, que acaban resolviéndose con violencia.
El informe incluye un muy recomendable cuadro sobre “los mitos versus realidades del amor romántico”.
Se enfoca posteriormente la magnitud de la violencia de género con datos de diversas fuentes. En todos ellos se observa la dificultad para medir esta violencia debido a una, mayor aún, ocultación y silenciamiento que entre mujeres adultas y a que la agresión física es la violencia menos habitual siendo la psicológica y de control la más frecuente seguida de violencia a través de las TIC, la sexual y en último término la física (pegarle).
Se explican los factores de riesgo y protección contra esta violencia, la influencia del Covid y las consecuencias tanto físicas como académicas y psicológicas que en algunos casos llevan al consumo de tranquilizantes y otras drogas en la víctima o en el agresor.
En anexos aparecen una extensa bibliografía, las diversas metodologías de tratamiento y prevención y los recursos de ONGs y asociaciones disponibles en este momento.
Para acabar con el fenómeno de la violencia se hace esencial cuestionar la creencia de que los hombres son la autoridad y, por tanto, tienen derecho a controlar, elegir, proteger y decidir lo que es bueno o no para las chicas. Debemos presentar modelos positivos, las llamadas «nuevas masculinidades» (Masculinidades cuidadoras, responsables, que han existido siempre, solo que han sido invisibilizadas) que superen los roles impuestos por la masculinidad dominante tradicional.
Y explicarles por qué convertirse en personas igualitarias es también bueno para ellos. Si no, los adolescentes se sentirán abandonados en la construcción de estas «nuevas masculinidades» pudiendo acabar en un rechazo frontal a estas cuestiones, e incluso enfrentamiento a las mujeres y adolescentes que las plantean.
Y esta etapa, especialmente la prevención, está desatendida por las políticas públicas.
Es responsabilidad conjunta de familia, escuela y sociedad dar a los adolescentes recursos, modelos y motivos para construir una masculinidad sana.
Necesitamos acompañar a los y las adolescentes en este periodo rebelde e impulsivo pero crítico para su futuro, garantizándoles, en la medida de lo posible, una transición sana y feliz hacia la vida adulta atendiendo tanto a la prevención como a víctimas y agresores.